Mi padre tenía una empresa de construcción y reformas que había fundado en el año 1990 después de haber trabajado anteriormente en una empresa del mismo sector donde era accionista y directivo. Aunque no tenía formación propia relacionada con el sector (es maestro mercantil ahora jubilado) sacó adelante y consolidó su proyecto a base de experiencia previa y empuje. Su visión era la continuidad de la empresa a través de sus hijos. Quería que estudiásemos para poder cumplir el que era su sueño.
Situaros: yo tenía 19 años, eran momentos de descubrimientos personales y de toma de decisiones vitales. Estaba estudiando COU y en esa época empezaba a descubrir otros mundos que me interesaban más que el estudio y poco a poco fui dejando de lado los libros.
La oficina se encontraba en el domicilio familiar donde convivíamos los 4 miembros de la familia: mi padre, mi madre, mi hermano mayor y yo. Aunque no trabajábamos para él, los cuatro éramos los accionistas de la empresa por designación paterna, donde mi padre figuraba como socio mayoritario.
La empresa era rentable económicamente. Tenía trabajo constante. Mi padre había sido capaz de fidelizar clientes a expensas de largas jornadas de trabajo y renunciando a tiempo de ocio y familia. Su empresa era lo único que le veía hacer diariamente. Este esfuerzo mantenía a la empresa estable y financieramente sostenible reportando beneficios económicos aunque, por otro lado, provocaba el deterioro paulatino de las relaciones familiares.
En este contexto vivía yo en esos años de juventud y descubrimiento. No me faltaba de nada pero tenía la sensación de estar un poco perdido sin saber lo que quería hacer con mi vida. El dilema era si seguir estudiando o seguir disfrutando de ese momento que para mi era perfecto ya que no tenía ningún tipo de exigencia ni rendición de cuentas.
A principios del año 1991 mis padres discutían mucho. Hablaban sobre su falta de tiempo libre. Mi madre reprochaba a mi padre que toda su vida giraba alrededor de la empresa. Yo veía este malestar y me generé mi propia historia sobre la solución: incorporarme a la empresa para que mis padres dispusieran de tiempo de ocio que les generase bienestar. Éste era mi objetivo, mi “para que”.
Así es como accedí a la empresa. Ahí estaba, sin ningún tipo de formación específica ni funcional. Mi único valor en la empresa era ser hijo del jefe.
Tras la narración se me presentan varios interrogantes sobre la incorporación de familiares a la empresa:
¿Qué motivos e intereses existen por parte de cada miembro en la incorporación?
¿Qué buscan solucionar?
¿Qué roles se establecen?, ¿cuáles se trasladan desde la familia a la empresa?
¿Cómo afecta la incorporación a la familia y a la empresa?
¿Qué valores, visiones y misiones se entremezclan?, ¿cómo se atienden?
Por mi experiencia, establecer un Consejo de Familia al inicio de la actividad empresarial y de la creación de la empresa es vital para afrontar situaciones complejas que llegan seguro en algún momento. Invertir tiempo en este hecho no es perderlo, dota a la familia de herramientas, espacios y métodos para llevar a cabo el trabajo de forma conjunta y colaborativa.
El consejo de familia se crea por los propios familiares en base a sus necesidades e intereses. Se fijan las reglas del juego y los límites y funciones de aquellos miembros que van a participar en los órganos de dirección y gestión. Aquí es fundamental que todas las voces sean oídas. Para ello, es recomendable la intervención de una persona externa que promueva la participación de todos los miembros.
El consejo de familia se crea para tomar decisiones respecto a la familia, empresa y propiedad. Algunos ejemplos:
Valores, visión y misión.
Historia de la propia familia y su papel en la empresa.
Evolución de la empresa.
Roles de cada familiar en la empresa.
Preparación de las nuevas generaciones a incorporarse al negocio.
Todo aquello que tenga que ver con la armonía de las relaciones y su evolución.
Transmisión de información a la familia sobre los resultados de la empresa.
Etc.,
Si no tienes tu Consejo de Familia, no te preocupes, tienes tiempo para crearlo. Con él conseguirás:
Generar confianza.
Exponer los valores y la cultura de la familia.
Establecer un espacio de consenso y comunicación efectiva.
Abrir un espacio donde se planteen inquietudes sobre el presente y el futuro.
A partir de aquí y para conseguir una empresa familiar que sea un equipo de alto rendimiento solo te faltará redactar el PROTOCOLO FAMILIAR, es decir, un pacto, una Constitución Familiar. De esto te hablaré en próximas entradas.